los materiales impresos proponen. Y si el trabajo puede iniciarse supo-niendo que la tradicionalización de un romance de ciego ha de estu-diarse comparando un original con las versiones recogidas de la tradi-ción oral para documentar estados múltiples de cambio diacrónico, nadade esto obliga a asumir que la moral predicada, “el mensaje que coneste tipo de ‘fábulas’ se trata de transmitir” (l-li) sea lo que mejor carac-teriza al romance vulgar tradicionalizado, pues, como se ve en el casode La fratricida, los intentos por moralizar a la gente pueden, a la larga,devenir en historias pasionales que, como los bonitos cuentos de amory muerte que son, los mismos usuarios repiten una vez adecuados a supropia visión de mundo:
—No pretendáis a don Diego, que él culpa no tenía,yo la maté a la mi hermana, mi hermana yo la mataría. El castigo que merezco con mi boca le diría:que me aten de pies y manos y me arrastren por la villa. —Los muertos queden por muertos, los vivos paces se harían—. La justicia lo que manda, la justicia mandaríaque con ella se casara antes que acabare el día.
Maximiano Trapero, ed. Romancero general de Lanzarote. Madrid: Fundación Cé-sar Manrique, 2003; 372 pp.
La exploración de la tradición oral de las Islas Canarias reviste graninterés, lo que ha llevado a varios especialistas a recoger ahí todo tipode materiales literarios. La ubicación del archipiélago canario, distantedel territorio continental pero desde fechas muy tempranas colonia ypunto de paso para los viajeros transoceánicos, ocasionó que en sus ac-cidentados territorios se conservaran y se desarrollaran géneros de tra-dición oral que actualmente constituyen una muestra única de literatu-ra tradicional arcaizante, la cual se ha desarrollado en las Islas Canariasa la manera de un ecosistema emigrado del continente a un territorio
alejado: las muestras recogidas ahí tienen puntos comunes con el ámbi-to panhispánico antiguo, pero a la vez tienen un alto grado de desarro-llo local.
Desde hace casi tres décadas, Maximiano Trapero se dio a la tarea de
recopilar y estudiar la nutrida tradición del romancero que sobreviveen las Canarias. Su trabajo ha venido a concretar el proyecto ideadoe iniciado por Diego Catalán en 1969 con la publicación de La flor de lamarañuela, romancero de la isla de Tenerife, que era el primer paso pararealizar un romancero general de las Islas Canarias. El Romancero gene-ral de Lanzarote es la culminación de ese ambicioso proyecto iniciado en1980 por Trapero y que consistió en elaborar un romancero para cadauna de las islas principales del archipiélago. Al igual que los de GranCanaria (1982 y 1990), El Hierro (1985), La Gomera (2000), Fuerteventura(1991) y La Palma (2000), todos recopilados y editados por MaximianoTrapero, el Romancero general de Lanzarote es una recopilación que se in-tegra a un corpus mayor de textos, pero que en su individualidad estambién una valiosa muestra local de tradición.
Esta recopilación de romances en Lanzarote se da, además, en la que
podría ser la última oportunidad para hacerla, ya que, como dice sueditor, la isla es “un territorio azotado por unos vientos de modernidadque se están llevando todo testimonio de tradición antigua” (27). El fe-nómeno turístico que ha vivido Lanzarote como ninguna otra isla delarchipiélago, ha duplicado su población en tan solo 25 años y ha modi-ficado de manera definitiva la identidad de la isla. El Romancero generalde Lanzarote incluye un estudio introductorio en el que se tratan los as-pectos fundamentales para contextualizar la recolección. En él Traperodescribe los cambios que se han suscitado en la isla a raíz del fenómenoturístico que hemos mencionado, así como la supervivencia de la tradi-ción a pesar de este, y el papel que han jugado en ella personajes comoCésar Manrique.
Este no es el primer romancero de Lanzarote que se edita. De hecho,
la recopilación que el libro presenta parte de un riguroso estudio de laspublicaciones que le han precedido y aprovecha los materiales de es-tas con pertinencia. A diferencia de esas publicaciones, la ambición deeste libro es, como su título lo indica, la de incluir o dar noticia de todoslos textos romancísticos existentes en la Isla. Para ello, Trapero incluye
en su estudio introductorio un pequeño análisis de los romanceros deLanzarote publicados por Sebastián Sosa Barroso en 1966 y por JesúsMaría Godoy en 1987. Basado en su experiencia como recolector y edi-tor de romanceros hace una crítica de las maneras de proceder de estosdos editores, al tiempo que aprende y rescata de ellos las partes útilespara su propio método.
El método usado por Trapero para la recolección de romances está
presentado también en el estudio introductorio. El trabajo de campo sehizo entre 1989 y 2000 e incluyó una revisión de las fuentes y los infor-mantes consultados por los recopiladores anteriores. Además del ha-llazgo de una colección inédita recopilada por Angelina MillaresHernández (habitante de Las Palmas) con informantes lanzaroteñas, yde la confirmación de la acelerada desaparición de la tradición ro-mancística en esta isla, ese trabajo de campo arrojó un total de 226 ver-siones de 115 temas, obtenidas de 65 informantes. Así, del total de las376 versiones registradas en este romancero, 60% fueron recogidas porel editor, trabajo que seguramente lo acercó y le dio un conocimientomucho más preciso de sus materiales.
El corpus de textos recogidos está organizado siguiendo los modelos
planteados ya por Menéndez Pidal y en concordancia con los otros ro-manceros de Canarias elaborados por Trapero, es decir, siguiendo uncriterio histórico-literario para la clasificación general y un criterio te-mático o de funcionalidad para la organización de los textos dentro delos grupos de romances tradicionales, religiosos, vulgares, de pliego ylocales. El resumen estadístico que se incluye en el estudio introductorioresulta de particular interés para la reconstrucción del panoramaromancístico de Lanzarote y para entender el fenómeno de la tradiciónen las Canarias. Las versiones que forman el grupo de romances tradi-cionales, en el que se incluyen tanto los romances viejos como los que sehicieron a imitación de estos a lo largo del siglo XVII, conforman 45% delas versiones totales del Romancero. Esta proporción, a la que se suma un26% de romances religiosos de tradición casi tan antigua como la de losprimeros, nos revela una vez más que las Islas Canarias son un territo-rio al cual la tradición oral emigró desde época muy temprana y en elque, debido a su aislamiento relativo de los territorios continentales, seconservaron sin mayor contaminación las formas y los temas de la tra-
dición antigua. Esto no obsta, sin embargo, para que dichas formas die-ran lugar a la elaboración de nuevos romances con temas locales (8%del corpus) y a la proliferación de romances vulgares (5%) y de pliego(17%).
Llama la atención también que los romances de pliego tengan una
variedad temática tan grande (47 temas en total). Esta abundancia sedebe, según el recopilador, “a un comercio muy vivo que hubo de lospliegos en toda la isla” (54) aunque tal vez también cabría explicarlapor la inclinación del público hacia los casos espectaculares y trágicos ode temática local de los pliegos y al paso comercial de papel impresopor la isla.
El estudio introductorio de Trapero toca además varios puntos inte-
resantes en cuanto a la ejecución y la conservación de los romances enLanzarote. Se explica, por ejemplo, que la tradición de los “ranchos dePascua”, introducida a la isla por los franciscanos en el siglo XVIII y con-sistente en la recaudación de dinero para las fiestas navideñas median-te la ejecución de canciones, sea el medio de conservación de un buennúmero de romances religiosos y tradicionales. O bien, que en Lanzarotese dé un fenómeno único dentro de las Canarias, que consiste en que,fuera de los “ranchos de Pascua”, la mayor parte de los romances sereciten en vez de cantarse.
Los textos del romancero se han transcrito y presentado en versos
largos separando los dos hemistiquios y numerando los versos de dos endos. Las versiones se numeran con subíndices, y cada una incluye elnombre del informante, el lugar y año de recolección, así como el nom-bre del recolector. No se publican todas las versiones recopiladas, sinoaquellas que presentan un interés especial o variaciones mayores conrespecto a las otras versiones; pero se da siempre noticia de todas. Des-pués de las distintas versiones de cada romance el editor incluye uncomentario que resulta muy útil. En él, Maximiano Trapero hace anota-ciones bastante pertinentes en cuanto al comportamiento de cada ro-mance y sus versiones dentro de la tradición interinsular y traza algunasrelaciones de los textos que edita con respecto al ámbito panhispánico. Las anotaciones que hace en cuanto a las particularidades de algunasversiones resultan muy útiles en la lectura del libro, ya que, al seguirlas pistas de contaminación y parentesco que nos da el editor, es posible
hacer una exploración no lineal del corpus y realizar búsquedas muchomás fructíferas dentro de este.
Para efectos de las búsquedas, también resulta de gran utilidad la
inclusión de índices de primeros versos, informantes, localidades derecolección y recolectores, con sus respectivos aportes al romancero. Escurioso notar en ellos el predominio de mujeres entre los informanteslanzaroteños y confirmar con ello el importante papel del género feme-nino en la conservación y constante reelaboración de la tradición oralhispánica.
En los textos que recoge Maximiano Trapero podemos encontrar
materiales muy interesantes para el estudio del romancero en sus dis-tintas etapas. En el grupo de los romances tradicionales, por ejemplo,hay un buen número de versiones que muestran un grado de conserva-ción y una pureza sorprendentes, dada la fecha de la recolección. Tal esel caso de versiones del romance de Lanzarote y el ciervo blanco o de unpar de versiones del romance de Blancaflor y Filomena. Otros romancesdel mismo grupo sorprenden por la cantidad de versiones recolectadas,como por ejemplo el de Gerineldo, que muestra una evolución fonéticadel nombre hacia Serineldo o incluso Feliberto, o el de El caballero burla-do, del cual se registraron 23 versiones. Al interés de este último se sumael hecho de que las versiones canarias son una fusión de los romancesde La infantina encantada, El caballero burlado y Don Bueso, además de queen algunos casos presentan contaminación con el romance de Gertrudis,la niña perdida, publicado en un pliego suelto moderno.
Los romances de pliego suelto tienen también un interés especial
debido a su abundancia y su carácter. Además de los relatos de críme-nes y sucesos fatales, aparecen en muchos pliegos locales romances so-bre naufragios y otros hechos marítimos. Aunque la mayoría de estosromances son modernos, no dejan de tener interés para aquellos intere-sados por el tema de los naufragios como un género al uso durante laépoca de los grandes descubrimientos y su evolución en literatura po-pular y tradicional.
El Romancero general de Lanzarote nos ofrece una muestra muy intere-
sante de tradición oral local, que complementa de manera afortunadael trabajo ya realizado por Maximiano Trapero. Si bien en el estudiointroductorio aparecen algunas erratas, más de las que nos parecería
normal encontrar, esto contrasta con el gran cuidado que se ha tenidoen la edición y corrección de los textos romancísticos. El trabajo de cam-po y la organización sistemática de los materiales recogidos hacen deeste libro un buen instrumento de estudio, a la vez que demuestran quecada nueva colección de romances aporta algo más al conocimiento delgénero.
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